03 junio 2014
Palabras de M. Manent
"Si existe un período en la historia de Inglaterra
poco propicio a la sonriente objetividad por la que Flaubert suspiraba,
es el que culminó aquella mañana de enero de 1649
en que Carlos I cruzó con firme paso St. Jame's Park, caminando hacia la muerte.
La pugna entre el rey y el Parlamento,
la tragedia de Whitehall, la subida de Cromwell al poder,
figuran entre los acontecimientos más controvertidos de la Historia.
Borrascosas polémicas apasionaron a los ingleses durante dos siglos
y ninguno de los dos bandos quiso admitir reservas a su interpretación de los hechos.
Por fin, durante el siglo XIX, aparece una escuela de historiadores,
no desprovista aún de prejuicios, pero animada de un mayor celo por la verdad.
Gardinier escribe minuciosamente la historia completa del período.
Publícanse nuevas fuentes de información,
figurando los "Documentos de Clarke" entre los más notables.
Pero, pese a la nueva técnica, la antigua querella persiste aún.
La pasión polémica tiende a la simplificación excesiva,
pretende reducir a crudos esquemas un conjunto de hechos
vario, complejo, dramáticamente embrollado.
Pues los datos del vasto problema no eran sólo
el Rey, el Parlamento y los generales victoriosos.
Al analizar un conflicto que el pueblo inglés, en casi su totalidad,
deseaba ver zanjado sin soluciones trágicas,
hay que tener en cuenta las reacciones religiosas en lo político,
la intervención de los escoceses, el gran peso de la ciudad de Londres...
Pero la discusión sigue aún polarizada en torno a dos esquemas contrapuestos:
un rey felón, a quien castiga el pueblo burlado, o un rey intachable y mártir.
La primera de estas interpretaciones históricas olvida el hecho
de que la mayoría de sus súbditos compadecieron al monarca
y se indignaron ante su trágico fin;
la segunda soslaya los errores políticos de Carlos.
Según Hallam y Macaulay, el movimiento que costó la vida al rey
y permitió a Cromwell instaurar su dictadura fue, en su conjunto,
un esfuerzo encaminado a proteger al pueblo contra un arbitrario despotismo.
Esos historiadores nos presentan a Pym, Hampden y Cromwell
como resueltos patriotas, defensores de la libertad civil y religiosa
que Carlos I quiso aniquilar.
La pugna entre el Parlamento y la Corona sería tan sólo un conflicto
entre las libertades populares y el absolutismo monárquico.
Si los realistas dibujaron una sombría caricatura de Cromwell,
Carlyle nos ofrece un tapiz fastuoso,
en el que magnifica maravillosamente la figura del Protector".
M. Manent
Historia Moderna
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