05 julio 2015

II Palabras de Luis Pericot


"Como signo de los tiempos,
en que un número cada vez mayor de ciudadanos
tiene más ocio para leer y enriquecer su formación espiritual,
hemos de aceptar la profusión de obras dedicadas al gran público,
en las que se le presentan, bajo diversas formas,
siempre atractivas y amenas,
los asombrosos descubrimientos que en poco más de cien años
han irrumpido en el dominio de las culturas olvidadas.

Bien adoptando la forma de biografías de los arqueólogos
a quienes se deben tales descubrimientos
y que nos son presentados como unos héroes de la ciencia moderna,
bien adoptando un punto de vista más descriptivo,
se llega siempre a apasionar al lector con el relato
de las sorprendentes victorias logradas sobre el olvido de los siglos,
por hombres, a veces de oscuro origen,
pero siempre tenaces e iluminados.

Pues difícilmente habrá una novela que pueda competir en interés
con la relación de las vicisitudes por las que pasaron
un Schliemann o un Boucher de Perthes,
o por las que señalan el lento avance del conocimiento
del hombre fósil y el de tantas y tantas maravillas
como nos han sido reveladas por la ciencia arqueológica.

El hecho de que estas obras no sólo se multipliquen,
sino que vayan especializándose
y cubriendo campos cada vez más concretos,
es un síntoma infalible de que la afición no mengua
y, por el contrario, va ganando en calidad.

Algunas de tales obras, las que abrieron el camino precisamente,
se deben a la pluma de literatos famosos
o de simples reporteros o periodistas
en quienes los especialistas admiramos la habilidad
con que logran presentar los más áridos hechos científicos,
combinándolos con los datos de la vida privada
y el ambiente en que cada arqueólogo se movió.
Esta habilidad y el éxito de público consiguiente
provocan una cierta molestia en el especialista,
que se ve desposeído de la popularidad
que podría ser uno de los frutos de su labor".


Luis Pericot
[reflexión editada en 1958]
Historia


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